martes, 17 de febrero de 2015

Tepoztlán Pueblo Mágico.


Tepoztlán: el retorno de Quetzalcóatl
Chamanes, curanderos y brujos conviven con una población orgullosa de su pasado y reciben a miles de personas que buscan respuestas en bosques mágicos y ríos de aguas cristalinas.




Los mitos se mezclan con la realidad en pueblos de montañas sagradas a media hora de Cuernavaca. Chamanes, curanderos y brujos conviven con una población orgullosa de su pasado y reciben a miles de personas que buscan respuestas en bosques mágicos y ríos de aguas cristalinas.


Cualquiera puede darse cuenta de que hay algo místico en las montañas que rodean Tepoztlán. En las tierras que circundan estos cerros cortados por profundas cavernas nacieron Quetzalcóatl, el mítico personaje que fundó la gran ciudad de Tula, y el mismísimo hijo del dios del viento y rey de Tepoztlán: el Tepozteco.

Tal vez por ello la fama de este Pueblo Mágico prevalece en todo el valle a pesar del paso de los siglos. Y por lo mismo no sorprende encontrar en sus alrededores restaurantes como El Brujo, donde el pan y las enchiladas suizas son tan sabrosas que no se puede sino pensar que son sobrenaturales, lo mismo que las quesadillas de tortilla azul que venden en el mercado y que, sin duda, tienen el poder de un hechizo.

Los cerros aquí tienen nombres místicos, como Vigilante Nocturno, y dictan el ritmo en la vida local. Cuenta el cronista tepozteco don Ángel Zúñiga Navarrete que el señorío de Tepoztlán tuvo un gran teocalli (templo), tan famoso que atraía gente hasta de Centroamérica. En 1920 todavía podían verse sus restos ahí, junto a una escuela, donde hoy se encuentra el Museo de Arte Prehispánico Colección Carlos Pellicer.

El adoratorio del cerro del Tepozteco, justo en medio de los acantilados del Tlahuiltépetl y Tlacatépetl, es una réplica de ese teocalli que ahora sirve de basamento a la iglesia central. Lo mandó construir el rey Tepozteco para colocar el teponaztli (tambor de madera) que tomó del señor de Cuernavaca. 

Acababa de vencer al monstruo antropófago de Xochicalco que azotaba la región y lo reclamó como premio, pues su sonido lo cautivaba. Decorado con tezontle y piedras labradas, el teocalli del Tepozteco fue dedicado a Ometochtli, dios del pulque y la ebriedad, venerado bajo la forma de un conejo. 

En aquellos tiempos había que rendirle tributo a esta deidad con un buen pulque y cuidarlo con celo para que no se derramara antes de llegar a ofrendarlo hasta la cima. La región solía ser de buenos magueyes y sus mieles eran tan preciadas que se llevaban de ofrenda a Teotihuacan. Hoy, don Álex hace la resistencia a las cervezas desde su singular casa-expendio, El Buen Pulque de Tepoztlán, entre fotos antiguas y calendarios retro. El néctar de la tierra revive el orgulloso pasado desde sus tinacales.

Voces en la calle proponen hacerse una limpia, tomarse fotos del aura o revitalizar el cuerpo con un baño de temazcal. Es viernes, un día propicio para los embrujos, pero no será aquí, sino en Amatlán, a cinco kilómetros de Tepoztlán, donde les preguntaremos a las estrellas si es cierto que el pulque es la bebida de los dioses.


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